miércoles, 31 de enero de 2007

¿Quién quiere un iPhone?

Para todos aquellos que no pueden esperar más para tener esta maravilla en sus manos... es el gadget que hemos esperado toda la vida.

No es un teléfono, no es un iPod, no es una PDA, no es una agenda, es MUCHO MUCHO más... CHEQUENLO.

Chente reloaded




De los creadores de "Comes y te vas", " ¿Y yo por qué? y "José Luis Borgues" llega un nuevo clásico de la filosofía cómico mágica musical política mexicana:

"América Latina debe huir de la 'dictadura perfecta', como lo dijo el premio Nóbel colombiano de Literatura, Mario Vargas Llosa" (explicación al margen: Vargas Llosa es peruano/nacionalizado español y nunca ha ganado un premio Nobel).

Porque en un mundo donde creíamos que Vicente Fox había rebasado todos los límites de la falta de cultura, el pésimo y limitado lenguaje (recuerdan el vocablo "ñañaras") y las metidas de pata tamaño supermegasize, siempre hay lugar para una nueva sorpresa cortesía del ex presidente mexicano.

¡¡ Infinita tristeza y vergüenza !! Se los juro, y quizás muchos no lo crean, pero no todos los mexicanos somos así... Por Dios que hay quienes no son vencidos por la ignorancia en un juego de maratón (no creo que sea el caso del Sr. Fox) y al menos tienen un básico nivel de cultura general.

En fin, lo más triste es que el regreso de este involuntariamente gran comediante mexicano (quítense Derbez y Cantinflas) parece preferible a las barbaridades que el 'NeoPresidentito' Calderón comenzó a hacer a tan sólo dos meses de haber llegado.

Extraño reírme de Fox y su infinita estupidez, y no logro encontrarle el humor a la escalada de precios de la nueva administración, su poco (o nulo) interés en la cultura y su cabalgante política ultra derechista, pro estadunidense.

Como suele decirse: de Guatemala a Guatepeor.

domingo, 21 de enero de 2007

Reírse es cosa seria


La ligereza en una comedia, bien conducida y con fines específicos, puede ser un valor más que un defecto. El cierto sinsentido que varios filmes ofrecen y que logran con naturalidad superar el asombro, la sorpresa o la incomodidad del público al inicio de una proyección (haciéndolo caer y aceptar su concepción de lo real, lo factible y lo verosímil) puede convertirse en una útil herramienta más para contar una historia.

Tal es el caso de Amor y Muerte (Scoop) de Woody Allen, regreso lúcido y exitoso a los terrenos de la comedia del director neoyorquino que parece estar viviendo un segundo aire en una carrera llena de grandes momentos.

Para aquellos familiarizados con la filmografía de Allen no es una sorpresa que la comedia tome de nuevo un punto central, aunque con una aproximación muy distinta a las de anteriores épocas. Ya no es ese delirio imaginativo en exceso de sus primeros años con Bananas, El dormilón o Todo lo que siempre quiso saber sobre sexo, ni tampoco la sosa e insípida simpleza de la etapa de La maldición del escorpión de Jade o Pícaros ladrones.

En estos momentos Allen ha alcanzado una nueva madurez estilística y temática (también en sus filmes dramáticos como Match Point), justo en la que puede ser bautizada como su Época Londinense, que sabe entregar a nuevos públicos, a nuevas audiencias que así son introducidas al trabajo de uno de los más prolíficos realizadores de los últimos tiempos.

Y para ello, el director hace lo que muy pocos alguna vez imaginamos que sucedería: que él habitara la periferia de la historia para dejar los reflectores y la cámara concentrados en alguien más. Incluso, como sucede en la muy lograda Match Point, Allen dejó de escribir sobre si mismo, y sus personajes centrales ya no son ese intelectual in extremis, harto cansado del mundo, sus filosofías y modas, sino que se entrega por completo a temas que no estarían relacionados directamente con su experiencia, con su psique o con su forma de ser.

Amor y muerte es una cinta de enredos, de suposiciones y de personajes mostrados a medias (con un propósito para que así sea), de claves y secretos que lentamente se develan, de apariciones mágicas y de una Scarlett Johansson que prefiere dejar por ratos la sensualidad galopante que la caracteriza por una interpretación que ingresa en los terrenos de la sátira y la parodia con la personificación de una inocente y torpe aspirante a periodista con una ética tan fácil de dejar atrás como fácil para quitarse el vestido a la hora de acercarse a sus posibles objetos de investigación pronto convertidos en amantes.

Sin embargo, a pesar de que tantas cosas hayan cambiado y sean novedosas en la reciente filmografía del conocido realizador, esta no deja de ser una película con el sello de Allen, quien no pierde el dominio de los diálogos sucintos y espontáneos, llenos de simpática naturalidad y de la propia paranoia-creativo-narcisista del realizador, llenos de guiños y referencias a cuestiones cotidianas y sociales que suelen estar en la mente de cualquier espectador y que provocan la carcajada sonora o la risa cómplice al escucharse.

Para quien se anime, Amor y muerte es la oportunidad de ver una cinta de comedia con un cierto estilo clásico, bien llevada y entretenida, de un director cuyo nombre ya rebasó la prueba del tiempo y quien sin duda ahora nos está demostrando que aún nos dará mucho de que hablar (y escribir).


PD.- Por cierto, es increíble que la distribuidora de esta cinta haya decidido rebautizarla como Amor y muerte, no sólo porque esta frase nada tiene que ver con una posible traducción de la palabra Scoop, sino porque se convierte así en la segunda cinta de Woody Allen que tiene este título... o quizás las brillantes cabezas de Artecinema no recuerdan esa maravilla fílmica dedicada a un hilarante análisis de la literatura rusa que se llama Amor y muerte, la última noche de Boris Grushenko, también dirigida, como ya dijimos, por Woody Allen.

¡¡ Ah que buen olor !!


La adaptación cinematográfica de una obra literaria suele presentar retos mayores que un proyecto fílmico cualquiera. Como suele suceder, las hordas de seguidores y fanáticos de la obra original se muestran celosos (casi o más que el autor mismo) de lo que una versión para cine pueda proponer o mostrar.

Para entender y analizar con un asomo de objetividad un filme de estas características, hay dos puntos que deben atenderse con total atención. 1) Ninguna obra para cine podrá mostrar todo lo que el universo literario haya ofrecido, de ahí partimos a que es, si se quiere ver así, una obra nueva, distinta, reflejo de otra pero innecesariamente debe pensarse en una versión fiel y exacta pero con imágenes. 2) El cine, como casi todas las artes, tienes sus propias reglas de análisis e interpretación (ni me hagan entrar en esos detalles que me podría llevar mucho más de una entrada, sólo confíen en que después de mucho estudio al respecto ya me comienza a quedar claro cuales son… o al menos eso querrán pensar mis ex profesores en varias escuelas de cine), lo que obliga a un ejercicio distinto a la mera comparación entre lo cinematográfico y lo literario, donde por obvias, practicas y, si gustan, fáciles razones, una película podría perder al lado de un libro. Aquel que vaya al cine buscando ver lo que imaginó en sus tiempos de lectura (lugares y personajes) o que se resalten sus pasajes favoritos por encima de los que una narrativa cinematográfica necesita, no logrará más que decepcionarse, y este es el primer punto para hacer un mal análisis de una adpatación... o echarse a perder una posible buena película.

Vale la pena hacer memoria de otras obras de la literatura adaptadas al cine, unas de forma más literal, otras de modo más libre, pero demostrando que una buena adaptación no es aquella que se parece más, sino la que mejor sabe utilizar el punto de partida original para transformarlo a un lenguaje distinto. Sería pues el caso de El corazón de las tinieblas de Conrad convertida en Apocalipsis Ahora, La última tentación de Cristo de Kazantzakis a la cinta de Scorsese del mismo nombre, El padrino de Puzo a El padrino de Ford Coppola, el Hamlet Shakesperiano traducido novedosamente por Branagh, Zeffirelli o Laurence Olivier, los delirios psicológico-patológico-psicóticos cuasi reflejos generacionales de American psycho de Bret Easton Ellis adapatados por Mary Harron para cine, y más recientemente el universo de Tolkien llevado a la pantalla grande por Peter Jackson en la trilogía de El señor de los Anillos, por mencionar sólo algunos casos.

Toda esta larguísima introducción viene a razón de El perfume, película recién estrenada en México, adaptación de ese excelente libro de Patrick Suskind, del mismo título.

Quienes hayan leído el libro sabrán que se trata de una obra ejemplar, precisa y totalmente cautivante. La historia de un hombre que posee un olfato con una capacidad más allá de lo imaginable y el torbellino emocional y personal que vive con este don que también es su pesadilla, es sin duda uno de los best sellers de los últimos tiempos, sin olvidar que se trata de una vívida recreación del etéreo y casi fantasmal mundo de los aromas y los olores.

Sin embargo, el gran logro de esta película (a favor tanto de aquellos que han leído el libro como de los que no), es a la vez su capacidad sintética y la maestría con la que Tom Tykwer, su director, recrea un universo que se desvanece en cada suspiro, con cada aspiración, con cada nueva inhalación.

No es esta la primera vez que Tykwer demuestra su talento como un excelente narrador, ajeno a categorizaciones de estilo o género, tan prudente en el frenesí estilístico de Corre Lola Corre como en la elegancia cadenciosa de La princesa y el guerrero. En esta oportunidad, Tykwer recuerda lo que fuera una de las máximas de Hitchcock, “si hay algo que no puedes explicar sin palabras, entonces no estás desarrollando bien tu historia visualmente”. Y es así como con una total economía de diálogos, soberbia y de agradecer, el realizador alemán nos lleva de la mano, íntimamente, muy cercanos al protagonista y a sus personajes, por los olfativos mundos de Jean-Baptiste Grenoille.

Tykwer no se entretiene en tratar de recrear cada uno de los sucesos narrados en el original, permite que la narración avance a veces a pasos agigantados pero con ritmo y sentido, prefiriendo darle su merecido tiempo a la visualización de los olores, de los sentimientos, de los pensamientos no hablados, evocando al primer plano con enorme claridad muchas de esas imágenes mentales que Suskind logra en el lector.

El perfume demuestra que por sí mismo un filme puede contar una historia con la misma suspicacia y estilo que su referencia literaria. Con elementos y lenguajes diferentes pero llegando a la misma meta. No esperemos ver los mismos detalles resaltados de algunos pasajes del libro, permitámonos descubrir y disfrutar cómo se resaltan otros más que le dan una propia identidad a la cinta. Y para aquellos que son ajenos al libro, la oportunidad de dejarse atrapar en una experiencia que rebasa lo visual, que se atreve y que conmueve, y eso es algo que no vemos todos los días.

viernes, 19 de enero de 2007

Sangrienta mañana


Creo que pequeños detalles como donar sangre cuando desafortunadamente alguien importante para un amigo lo necesita, bien valen la pena una desmañanada y un piquete, y a uno no le cuesta gran cosa.

Tales fueron las circunstancias para que Pequeño Ed (un individuo de 1.90 mts y seguramente 90 kilos) y yo visitáramos la mañana del jueves un hospital en calidad de donadores.

No haré mención de la innecesaria perdida que gracias a la casi inexistente capacidad de orientación de Giuseppina en la ciudad (la sobrina de quien necesitaba que repusiéramos plaquetas del banco de sangre), provocó que en lugar de llegar poco después de las 8 al nosocomio, hicieramos nuestra entrada triunfal casi a las 9.

Para una mañana en ayuno, no hay nada màs agradable que responder un cuestionario con preguntas como ¿Ha tenido usted relaciones sexuales con otro hombre?, ¿Ha utilizado drogas intravenosas en las ùltimas 72 horas?" u otras fancamente estupidas como ¿Ha comprendido usted las preguntas?

Cuando finalmente dejamos atrás el engorroso trámite, nos tocó pasar a entrevista (imagino que hacerlo a uno responder 45 preguntas y firmar no es suficiente) con una doctora que volvía a repetir los mismos cuestionamienos, más otros como ¿Cuantas parejas sexuales ha tenido en los últimos 5 años?, ¿Y en el último año?, y ¿Está seguro de que no ha tenido sexo con otro hombre?... esta última de plano se mereciò un Estoy seguro, creo que lo recordaría. Finalmente la doctorcita dijo OK, puedes donar y pasé a una sala donde Pequeño Ed ya estaba siendo vaciado de su respectivo medio litro de sangre.

La fortuna de ir a hacer esto con un buen amigo es que no te tienes que quedar callado o aburrirte, y en el caso particular con Ed, se puede bromear sobre lo que sea (doctores, enermeras, demàs pacientes, el equipo, etc).

5 minutos después ya estaba yo siendo acostado y una aguja que parecía un arpón trataba de entrar en mi brazo. Una vez adentro, mis malditas venas decidieron ocultarse y al doctor no le quedó de otra más que buscarlas con la punta de la aguja, como si se tratara de una excavación para poner los cimientos para otro segundo piso del periferico. Imaginen esta escena y a Ed riéndose a un lado del grotesco espectáculo en el que mi flaco brazo y la aguja se hacían uno y se confundían a la hora de que la sangre comenzaba a dejar mi cuerpo, ese lindo lugar donde habia vivido por no sé cuanto tiempo.

Mi reclamo llegó cuando supe que según el tamaño, cada persona tiene una cantidad distinta de sangre y que por nuestras complexiones y estaturas, Pequeño Ed tendría unos 7 litros y yo seguramente 5. Sin embargo, a ambos nos sacarían la misma cantidad, lo que consideré una total injusticia. Por más que lo intenté, el doctor sólo respondía con sonrisas a mi exigencia de que a Pequeño Ed se le sacara por lo menos otro cuarto de litro. Yo estaba seguro que ni lo iba a sentir.

Terminó el procedimiento, y con ello la aguja tamaño manguera de jardín salió de mi brazo. Instantes después iniciaría todo un día dedicados a fingir desmayos, mareos y debilidad que pusieron a Giuseppina al borde del colapso nervioso, especialmente cuando con una actuaciòn digna de nominación al Oscar, Pequeño Ed y yo salimos casi cargándonos el uno al otro de la sala donde se habia hecho la donación.

La verdad es que sí pasé el resto del día como en cámara lenta. Entre un estado de stand by y de somnolencia latente. Eso sì, una buena comida y una noche tranquila de sueño lo curan todo, porque hoy juro que ya estoy completo otra vez... aunque pensándolo bien, ¿cuanto tardaré en tener de nuevo el tanque lleno de sangre? ... mmmhhh... uno nunca sabe cuando se necesitaría estar al 100 para cualquier necesidad, y ESO sí es importante.

¿CUAL EXILIO?


Ok. Lo sé. Lo admito. Escribir un blog debe de ser hoy en día una de las cosas más vitupereadas, clichetudas y repetidas del planeta, pero ¿qué le vamos a hacer? Se me antojó unirme a la fiebre comunicativa/autoral.

Antes de dar inicio con lo que quiera que esto sea o en lo que sea que esto se convierta, debo admitir que buena parte de la responsabilidad de querer volver a escribir a través de una bitácora cibernética (ya lo había hecho en algunas de las paginas mostradas en la columna de la derecha) fueron los blogs de dos buenos amigos y compañeros de trabajo, Giuseppina y Luis Felipe (los pueden leer en http://mariagiuseppina.blogspot.com/ y http://lucascarrabias.blogspot.com, respectivamente).

En fin. No faltará quien se pregunte a qué carajos viene eso del "exilio" (tema recurrente en mi). Pues muy sencilo. Exilio es la condición en la que uno está fuera o lejos de SU tierra o país (de eso sé algo por experiencia), a veces impuesto, a veces elegido; pero por licencia poética, también se puede entender como el status de estar lejos de la gente de uno, incluso lejos (fuera) de uno mismo, de sí mismo. Espero que me sigan la idea.

No se trata sólo de irnos a otro lugar, sino también de exiliarnos (alejarnos, escondernos, separarnos) emocional, sentimental, intelectual o fìsicamente de todo, y por ello, para quienes muchas veces no dejamos salir todo lo que pensamos, sentimos o creemos, el exilio es nuestra verdadera patria sin importar dónde vivamos. Es ahí donde nos sentimos seguros tranquilos y en confianza. Ahí, casi siempre a solas, soltamos la sopa y decimos lo que pensamos tal cual.

Para tal caso, sirva este exilio cibernético como lugar para dejar salir mis ideas, miedos, pensamientos, alucinaciones, ocurrencias, vivencias, etc... y de las de aquellos que se quieran sumar (prometo solemnemente que esta entrada será la única seria y clavada de todas... no vayan a creer que así va a estar esto siempre).

Sea así inaugurado este espacio para soltar el dedo (que es la lengua del ciberespacio)... a ver qué sale.